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The Void and Emptiness Site. Albert Ribas.Papers

 

 
 
 
"La discutible creativitat"
Cuadernos de Estudio y Cultura, nº9-10, desembre 1998, p.61-65 (original in Catalan; translation to Spanish)

 
 
 
  Summary

La biblioteca de Borges

La creación ex nihilo

El genio

Creatividad y libertad

El vacío, una docta ignorancia

Las dimensiones del mundo

  Abstract

This paper was the Albert Ribas contribution to the Debate of the Asociación Colegial de Escritores de Cataluña that took place in Ateneu Barcelonès on the subject 

"Creativity and Literature: an interdisciplinary perspective"

It was co-ordinated by Carmen Borja and other participants were 
Ramón Castán, José Corredor-Matheos, Miquel de Palol, Rosa Sender, and Jorge Wagensberg. 

The author shows the paradox of creativity starting from a Jorge Luis Borges' tale on the total Library. The concepts that have lead to the idea of an ex nihilo creation applied to the artist are reviewed, and he claims for a humbler attitude in artists and writers. A little excursus on the dimensions of the World and the Library closes the paper.


 
La biblioteca de Borges

La búsqueda de la creatividad es un lugar común, un tópico. Prácticamente todo el mundo acepta que este objetivo es condición necesaria para la producción artística y, por lo tanto, también para la literatura. Los términos "creatividad", "originalidad", a pesar de la dificultad en definirlos, son términos obligados en toda discusión sobre arte o literatura.

En estas líneas pretendo aportar un punto de vista crítico ante tal unanimidad, sobre todo al recordar desde el punto de vista de la historia de las ideas el origen y los factores que conducen a ella, y especialmente aportando una pequeña dosis de perplejidad a partir precisamente de una narración literaria.

"Crear", en sentido estricto, es producir de la nada, es extraer algo nuevo de algo que nada contiene. La pretensión de la creatividad del escritor viene representada en el famoso motivo de la hoja en blanco. Sobre esta hoja el escritor crea. Contra este tópico me parece interesante fijar la atención sobre un conocido relato de Borges. Me refiero a "La Biblioteca de Babel" (de 1941). Como ya sabrán, este relato –que ha fascinado a muchos lectores– considera una biblioteca que contuviera todos los libros posibles. Dado que cualquier libro, de cualquier género, no es más que una combinación de signos, sólo falta imaginar un sistema de producción automática de todas las combinaciones posibles de estos signos para imaginar esta biblioteca total.

Esta idea tan simple de Borges conduce a muchas derivaciones, a muchas sugerencias, a muchas consideraciones. El autor –Borges– expone magistralmente algunas; y otros lectores han sacado sus propias reflexiones. Yo, aquí, me permito utilizar el artefacto de Borges para conducir mi reflexión  –que no es original y que comparto con otros lectores fascinados por el relato–. La cuestión es que la totalidad de los libros, perfectamente establecida a partir del mencionado artefacto, produce inmediatamente la angustia, el sentimiento de que todo está dicho y escrito. Ninguna originalidad sería posible. Todo lo que puede imaginarse estará escrito en algún rincón de algún libro de la biblioteca. Estas líneas, por ejemplo, también ahí estarán; y la tesis que expongo tendrá su adecuada réplica en algún otro escrito que también se hallará en la biblioteca. Y todo lo que aquí se diga tiene su transcripción exacta en algún fragmento de la biblioteca.

La inquietud y la perplejidad que produce esta biblioteca total no proviene evidentemente de su existencia empírica. No es su existencia lo que nos inquieta; es saber que un simple algoritmo, una fórmula de cálculo, regula la producción de todo aquello que puede escribirse.

No hace falta entrar en los detalles matemáticos de ese cálculo que es relativamente simple. Sólo basta saber que se trata de combinaciones con repetición de 25 signos –por seguir el número que cita Borges–: las letras del alfabeto, los signos de puntuación, el espacio en blanco, etc. La cuestión es que el número total de combinaciones es un número calculable, aunque sea grande, es finito. Si en lugar de 25 signos consideramos 50 (por ejemplo incluyendo las mayúsculas), la situación es la misma.

Son al menos dos las inquietudes que este artefacto nos produce en relación a la cuestión de la creatividad:

* una se refiere a la infinitud. La creatividad es una idea derivada de la idea de infinitud: se supone que la creación se basa en la infinidad de posibilidades. Pues bien, la biblioteca total es finita. La ilusión de la infinitud se ha desvanecido.

* la segunda se refiere a la indeterminación. La creatividad es una idea derivada de la idea de la indeterminación: las cosas, las ideas no estarían determinadas, el artista elige en la indeterminación. Pues bien, la biblioteca es un sistema perfectamente determinado. Otra ilusión que se desvanece.

Sin embargo, a pesar de estas perplejidades sugeridas por el relato de Borges, está claro que la idea de la creatividad tiene una difusión bien patente. He escogido el ejemplo de este relato para que relativicemos el valor de tal aceptación. Pudiera ser que la creatividad no sea más que una simple ilusión, una ilusión útil que alimenta la vanidad del artista, pero ilusión al fin y al cabo. O quizás, sí, la creatividad sea una idea correcta. A favor de esta segunda opción más optimista, me reservo para el final de estas líneas una pequeña sorpresa, que aparecerá siguiendo también los hilos del mismo relato de Borges.


La creación ex nihilo

Y ahora entremos en el campo de la historia de las ideas, o, para precisar más, en el campo de la teología y la filosofía. Como ya supondrán, el origen de la idea de la creatividad se halla en la llamada "gran analogía", es decir la analogía entre Dios y el ser humano, y más concretamente entre Dios y el artista. La idea del Dios creador ha sido transferida a la idea del artista creador. Hay, pues, una evidente influencia de las fuentes judeo-cristianas, en particular del Génesis y de sus reelaboraciones teológicas. La creación ex nihilo (de la nada), afirmada en estas fuentes teológicas, es la base sobre la que se ha construido la idea de la creatividad. Y conviene recordar que otras tradiciones religiosas, en las que la concepción creacionista es más débil o inexistente, la idea de la creatividad no es en absoluto una evidencia.

Además de la transferencia entre el Dios creador y el artista creador, ha de mencionarse otro componente de origen teológico: la idea de que el ser humano está hecho a imagen de Dios. Esta idea refuerza la mencionada transferencia entre un Dios creador y omnipotente y el artista concebido con parecidos poderes.

Junto a las fuentes religiosas judeo-cristianas, debe uno remontarse también a la filosofía griega. Muchos fueron los filósofos griegos que reflexionaron sobre el sentido del arte y de la obra de arte, por ejemplo sobre los géneros literarios y las condiciones de su producción. De modo que sobre la concepción actual de la creatividad del escritor o del artista gravita sin duda la distinción formulada –por ejemplo, por Platón– entre el artesano y el genio. Una distinción que es paralela a la distinción entre técnica o arte (tecnè) e inspiración de carácter divino (en griego enthousiasmos). Es, pues, el entusiasmo (literalmente, estar poseído por Dios, o participación divina) lo que explica cómo la verdadera obra de arte supera la simple obra artesana.

Este ideal de raíz platónica ha contribuido también a generar la idea de la creatividad, por oposición a la idea de lo artesano como simple manipulación de materiales ya existentes o como portador de una mera técnica. La elaboración de este ideal de la creatividad ha ido madurando y haciéndose más complejo, aportando nuevas consideraciones.


El genio

Una muy importante es la que gira en torno al tema del genio, tema especialmente relevante en contexto renacentista y romántico. El tema del genio está relacionado con el de la melancolía, un tipo de melancolía –la productiva–. Pero esta relación entre genio y melancolía nos señala una e las inquietudes básicas del creador: sabe que la condición de genio, de creador, está sometida a la explotación de un tipo de melancolía, pero teme caer en otra, la melancolía que paraliza y ensimisma. El genio, pues, está en el filo de la navaja, entre la creación y la impotencia melancólica. Los ejemplos de esta vivencia ambivalente son muchos: el silencio y la locura de un Hölderlin o de un Nietzsche son casos muy explícitos.

Otra consideración es la idea de la obra de arte como objeto de un juicio libre, idea ya formulada por Demócrito y retomada por Kant. Es decir, la verdadera obra de arte incorpora en sí misma una indeterminación, una libertad de interpretación, que se reflejan en la libertad de juicio del receptor. La obra de arte, en cuanto novedad y creación, superaría incluso las intenciones explícitas del autor construyendo todo un mundo de referencias y sugerencias que están más allá de la primera intención. Esta característica no se daría en la mera obra artesana. Por eso, la obra artesana pertenece al ámbito natural –porque no deja de ser una manipulación de materiales naturales–, mientras la verdadera obra de arte, en cambio, se define por añadir algo más que naturaleza.

La creación, pues, apuntaría a un mundo que está más allá de la simple naturaleza. Crear supondría abandonar el mundo de las referencias naturales para adentrarse en un mundo indeterminado, un mundo no sometido a la leyes naturales. En el campo de la escritura, esta búsqueda de la libertad y la indeterminación vendría ilustrada por el tema de la metáfora. Escribir es, sin duda, trabajar con unos materiales dados, las palabras, que tienen sus referentes y unos significados explícitos. Pero el escritor creador aspira a utilizar estos materiales, no para describir una realidad, sino más bien para construir toda una cadena de sugerencias, de imágenes poéticas, todo un mundo de resonancias metafóricas –que no están en los significados o los referentes explícitos de las palabras–.


Creatividad y libertad

Resumiendo: la idea básica contenida en el concepto de "creatividad" es la idea de libertad. Hay libertad en un sentido fuerte y en un sentido más débil. En el primer caso, sería la libertad absoluta del creador, una libertad hecha a imagen del Dios creador; en el segundo caso, sería una libertad más restringida, la libertad de quien selecciona unos materiales entre las cosas ya existentes.

Al hablar hoy de "creatividad",  a menudo se confunden estas dos concepciones. Yo creo que la primera es una concepción falsa, o en todo caso ilusoria, lo cual, visto rigurosamente, nos debería llevar a rechazar el término "creatividad". Porque, de hecho, siendo rigurosos, deberíamos aceptar aquella famosa sentencia: ex nihilo nihil fit (nada se crea de la nada). Sin embargo, si tomamos la "creatividad" como una ilusión útil, o incluso como una metáfora límite, entonces podemos aceptarla.

En todo caso, todas estas precisiones deberían servir para recuperar en el artista y el escritor una cierta humildad, la humildad sugerida por el relato de Borges. Quizás, más que un creador, el escritor sea alguien que desvela creaciones ya dadas, un portador del sentido oculto de las cosas.

Por lo mismo, esta humildad debería conducir a la conclusión de que "creación", "originalidad", "genio", no han de ser conceptos tan venerados. También a la conclusión de que el artista y el escritor no son más que manipuladores de unos materiales ya dados. Siguiendo la parábola de Borges, deberíamos tomar conciencia de que su producción no es más que una ínfima parcela de un todo ya creado con anterioridad.

Y al hilo de la misma línea de reflexión, cabe formular algunas conclusiones provisionales. La primera es la reivindicación del artesano, y con él de los términos "arte", "técnica", "oficio": conviene restituir una dignidad a estos conceptos. La segunda es  la reivindicación de la retórica, concepto tantas veces incomprendido y rodeado de connotaciones negativas. Sí, debe saberse dominar la retórica, lo cual significa retornar al receptor su plena dignidad. Preocuparse por las reglas de producción de efectos, preocuparse por la disposición del receptor son obligaciones demasiado olvidadas por el vanidoso "creador". La tercera conclusión es recordar de nuevo que todo arte está sujeto a determinadas reglas, que la libertad también se ejerce en el seno de esas reglas.

Quizás el programa que acabo de formular parezca demasiado rígido. Es posible. Pero mi intención consiste en contraponerlo a los tópicos de signo opuesto, los tópicos de una libertad sin límites. Creo, además, que la libertad buscada por el artista y el escritor son posibles, sin que obligatoriamente se entienda la libertad y la creatividad como sinónimos de novedad a cualquier precio.

Por ejemplo, debe recordarse que "originalidad" deriva de "origen". La originalidad también es, pues, retorno al origen. Y el retorno al origen obliga también a un cierto olvido de todo lo que vino después. Porque, si entendemos originalidad en el sentido de novedad, parece que quien busque la novedad deberá retener en su cabeza todo el recorrido de las novedades anteriores. De tal manera, el creador de novedades se hace esclavo de un verdadero alud; en cierto modo está sometido a la tradición, aunque sea para negarla. En este punto me parece oportuno recuperar aquella disposición de la que habló Nicolás de Cusa, la docta ignorancia. La docta ignorancia es desprenderse de los conocimientos adquiridos, es hacerse nuevamente inocente.


El vacío, una docta ignorancia

Esta docta ignorancia, este retorno al origen, aún podemos formularlo más radicalmente. He dicho que no creía estrictamente en la creatividad porque no hay creación de la nada. Pues, justamente, quizás la disposición del creador, la pretensión de crear a partir de la nada, sólo será posible o auténtica a partir de una aproximación a la nada. Esta es una operación difícil porque habitualmente se parte del supuesto que afirma que la creación es el despliegue de una plenitud. Se supone que el creador está lleno, desbordante de contenidos, contenidos que vierte en su producción: las metáforas de la plenitud son paralelas a las metáforas de la creación. Pues bien, en lugar de la plenitud, aquí reclamamos una disposición cercana a la nada, al silencio, al vacío. En este punto, seguimos las concepciones orientales del vacío –particularmente, la taoísta–, donde se afirma que el vacío es la verdadera potencialidad, que el vacío es le despliegue de la diversidad. La libertad buscada en la creatividad no estaría en la rigidez de la plenitud, sino en la sutilidad del vacío. El vacío es libertad. Y no debería ser sinónimo de angustia, de la angustia del creador, de la famosa página en blanco.

Pero esta angustia persigue al artista. Al margen de otros factores, también nos la produce esta búsqueda sin fin de la creatividad, de la novedad, de la originalidad. Es normal que estas presiones produzcan angustia: uno está obligado a responder ante tales retos. Por eso es lógico que nos planteemos de manera problemática la cuestión de la creatividad.

Aquí he querido someter a una cierta crítica este concepto. Y también he ilustrado esta crítica apelando a una narración de Borges, narración que nos invitaba a un ejercicio de humildad.


Las dimensiones del mundo

Ahora, para contrapesar la crítica, desvelo la sorpresa anunciada al comienzo. Yo, gracias a mi afición por las matemáticas, he hecho el cálculo de las dimensiones de la biblioteca. No es un cálculo muy difícil. Hay que considerar la combinación con repetición de 25 signos (o si se quiere, 50), e incluir algunas condiciones razonables: por ejemplo, que cada libro tiene 410 páginas y cada página consta de 40 por 80 espacios –son las cifras que indica Borges– ( o si se quiere, otros parámetros similares). No hace falta entrar en los detalles de las operaciones: estos datos nos permiten calcular el número total de libros. Sólo falta transformar este número total en términos de espacio ocupado. Se pueden incluir otros parámetros: por ejemplo que 1000 libros ocupan x metros cúbicos. Con eso llegamos finalmente a la solución buscada, o sea las dimensiones o volumen de la biblioteca.

Y esta es la sorpresa. No sé si saben que el universo, según la física reciente, tiene unas dimensiones limitadas, aunque sean muy grandes. Del mismo modo que tiene un límite temporal, situado en el big bang, también tiene un límite espacial. Pues resulta que las dimensiones calculadas de la biblioteca son inmensamente superiores a las dimensiones del universo.

En una palabra, el mundo de todo aquello que es imaginable desborda totalmente el mundo real. Una conclusión que puede añadirse al lado de la creatividad. Pero recordad también que los libros creados serán, por toda la eternidad, una ínfima parte de una totalidad preestablecida.

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